Una más de las muchas consecuencias de la crisis económica del 2009 ha sido el flujo de dinero que se mueve buscando seguridad y mejores tasas de interés.
Ahora, esos flujos de capital se dirigen a los mercados emergentes, esencialmente a Latinoamérica, donde los países de la región salieron de la crisis sin deudas, sin desequilibrios en sus cuentas publicas, sin desempleos explosivos y con economías en crecimiento.
Las enormes cantidades de recursos que llegan buscando seguridad y mejores rendimientos producen efectos notados, deseables, en las economías que los reciben: por un lado, las monedas suben respecto, por ejemplo, al dólar y eso pone en apuros a los sectores exportadores; también pueden surgir “burbujas” en activos, por ejemplo, inmobiliarios, cuyos precios suben como resultado de la demanda que provocan los flujos de capital y, desde luego, el riesgo enorme, siempre, que de un momento a otro esos capitales decidan salir, con lo cual provocan auténticas crisis.
México ha sido uno de los mercados destino de esos recursos y los vemos claramente:
Por un lado, las reservas internacionales llegan ya a 118 mil millones de dólares; por otro, la tenencia de bonos mexicanos en manos de extranjeros subió de alrededor de 20 mil millones a poco más de 500 mil millones; la tenencia de Cetes pasó, también de alrededor de 20 mil millones de pesos a poco menos de 450 mil millones.
Por otro lado, el peso mexicano se ha apreciado frente al dólar; pero también habría que apuntar que las bajas tasas de interés de que hoy disfruta la economía mexicana se deben no sólo a la baja inflación, sino también al flujo de recursos del exterior.
Aunque por ahí se escuchan algunas voces de alarma sobre la apreciación del peso, la realidad es que el Banco de México ha actuado para hacerle frente y evitar sus efectos más nocivos.
Hoy por hoy, Banxico esteriliza casi el 100% de los capitales que llegan, mediante una agresiva política de acumulación de reservas; por otro, evita que los dólares de la deuda externa y de los ingresos petroleros presionen al mercado cambiario.
Y por el lado fiscal, el Gobierno Federal mantiene un déficit público reducido y que lo más saludable sería convertir en superávit el próximo año.
Gracias a eso, la apreciación del peso mexicano frente al dólar no es alarmante.
En un cálculo que realizó Banxico poniendo agosto de 2008 como 100, el peso mexicano anda en niveles de 95, por arriba de los 75 a que llegó en 2009, pero aún dentro de un rango manejable.
No sucede lo mismo con las monedas de Perú, Chile, China, Brasil, Colombia e India, que muestran niveles arriba de agosto del 2009 y que sin duda están presionando ya los precios internos y sus exportaciones.
México tiene la fortuna de tener un tipo de cambio flotante, lo cual significa que la autoridad monetaria no tiene ningún objetivo en el nivel peso-dólar y que Banxico esteriliza, por el mecanismo de convertir en reservas, los dólares que fluyen hacia el país.
Pero no es algo que podamos afirmar que esté bajo control. Cuando los flujos de capital se mueven, provocan distorsiones en el mundo, las que México debe prevenir.
Continuar con la esterilización mediante la acumulación de reservas; de preferencia, convertir el déficit público en superávit y vigilar que no surjan las burbujas en activos, son acciones que deben mantenerse en la primera línea de las estrategias monetarias y fiscales.
Hasta el próximo lunes con nuevas…
PERSPECTIVAS.
PERSPECTIVAS.
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